La ciudad fue durante siglos la capital de un imperio compuesto por diversas culturas en el centro de Europa, lo que le imprime su carácter de ciudad un poco severa y al mismo tiempo cosmopolita.
Puedes adquirir una tarjeta (Vienna Card) que te da derecho al uso del transporte público y descuentos en museos.
Desde aquí tienes buenas comunicaciones en transporte público con otros lugares de interés de Austria (Salzburg, Innsbruck...) o de los países vecinos (Bratislava, Munich, Praga...).
¿Qué ver?: En el centro de la ciudad destacan el Hofburg de los Habsburgo (palacio de invierno) y los parques que lo rodean, que unen importantes museos (Tesoro, Albertina, Bellas Artes, Historia Natural, Barrio de los Museos...) con la Ópera o en bello edificio del Ayuntamiento (Rathaus).
Callejeando por las calles peatonales del centro se llega a su bella catedral gótica o a tranquilos parques como el Stadt park (donde encontrarás esculturas de grandes músicos) o la Karlsplatz.
Sólo para entusiastas: La visita a Hofburg nos permite ver las vajillas y las habitaciones de la corte, y acercarnos a la verdadera vida de Sisí, demasiado mitificada por el cine. Si no has tenido suficiente, puedes visitar otros salones del palacio, como la Biblioteca Nacional, la capilla Imperial o la cripta real en la Kapuzinerguft. Mención especial merece la visita al Tesoro Real, que conserva los símbolos y joyas de 800 años de imperio.
Fuera del centro encontramos el palacio de Schönbrunn, en que visitarás unas habitaciones imperiales más lujosas que las de Hofburg, así como sus jardines (existe una entrada combinada Hofburg y Schönbrunn).
Resulta muy interesante visitar cerca de Radetzky Platz la obra arquitectónica de Hundertwasser y sus geniales Kunsthaus Wien, Hundert Wasserhaus y la galería comercial llamada Village.
Si quieres volver a ser un niño por un rato, puedes visitar el parque de atracciones del Prater y montar en su famosa noria. Para rematar el día haz un crucero por el cercano Danubio (que no siempre es azul) y comer en alguno de los merenderos situados en sus orillas.
Viena cuenta con varios museos, tanto de pintura antigua (Albertina, Museo de Bellas Artes) como moderna (Leopold Museum, Museum Moderne Kunst...). Mención a parte merece el palacio de Belvedere que combina la visita de sus lujosos aposentos con la exposición de la obra de Gustav Klim y otros pintores austriacos, que puedes completar con el recorrido por el Wien Museum o el bello edificio "art nouveau" Secesion.
Con ésto no acabamos la referencia a los museosde Viena, pues en la ciudad encontramos curiosas exposiciones dedicadas prácticamente a cualquier cosa: Historia Natural, Freud, mobiliario, Éfeso, Esperanto, tortura, crimen, globos terráqueos, instrumentos musicales, mariposas, historia de la medicina, del pueblo judío, folklore, etnografía, tecnología...
Entre los espectáculos que podrás disfrutar está el que ofrece la Escuela Española de Equitación.
Totalmente prescindible: A no ser que estés muy interesado en el tema, puedes saltarte la visita al complejo de la ONU. Si quieres hacerlo, infórmate de los días y horarios en que es posible hacerlo.
Lo más friky y/o kitsch: Un Mozart es simpático, pero Viena padece una invasión de personajes en traje de época ofreciéndote programas de música.
También es obsesiva la presencia de dibujos de Sisí y Mozart en todo tipo de recuerdos para turistas.
Nativos: Por lo general son educados y amables, pero evita hablar alto en los transportes públicos pues pueden manifestar su desagrado (alto para ellos es lo que para nosotros sería un tono normal). También es obsesiva la actitud de las personas mayores con el número de ocupantes de los ascensores del metro: aunque nosotros vemos que no supera el máximo permitido, muchos de ellos refunfuñan si va muy lleno.
Lo más friky y/o kitsch: Un Mozart es simpático, pero Viena padece una invasión de personajes en traje de época ofreciéndote programas de música.
También es obsesiva la presencia de dibujos de Sisí y Mozart en todo tipo de recuerdos para turistas.
Nativos: Por lo general son educados y amables, pero evita hablar alto en los transportes públicos pues pueden manifestar su desagrado (alto para ellos es lo que para nosotros sería un tono normal). También es obsesiva la actitud de las personas mayores con el número de ocupantes de los ascensores del metro: aunque nosotros vemos que no supera el máximo permitido, muchos de ellos refunfuñan si va muy lleno.
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