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Campo de lava en el sur de Lanzarote |
Muchos viajeros desdeñan los destinos monocromos y austeros. Es una opinión respetable y cuestionable, porque los tonos de un color dan para llenar la paleta de un pintor y, si no hay una vegetación exuberante, la naturaleza adopta formas caprichosas.
Lanzarote, teñida de negro, rojo y blanco, disfruta de una sencillez cautivadora y su horizonte sólo está empañado por la calima. Resistió, bastante bien, el envite que pretendía llenarla de masas de turistas pero la última fiebre del ladrillo dejó los esqueletos de cientos de residencias y hoteles a medio terminar.
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Fortín de san Gabriel |
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El Charco |
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Arrecife |
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Fuerte san José |
La vía más habitual de entrada a la isla es el aeropuerto y los transbordadores un buen medio para moverse por el archipiélago canario. Arrecife cuenta con una estación de autobuses para ir a todas las poblaciones y lugares que queremos visitar. Dicho esto, la capital nos ofrece más bien poco: la laguna del Charco, la iglesia de san Ginés de Clermont (siglo XVII), el fortín de san Gabriel (XVI) y, escondido entre los muelles, el fuerte de san José (XVIII).
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Un juguete de viento y el volcán de Tahíche |
Tierra adentro buscaremos las dos fuerzas que han forjado el territorio: los volcanes y el polifacético César Manrique. Los conos extintos de Tahíche nos recuerdan que las erupciones han moldeado el paisaje y, el mayor mérito de Manrique, fue saber reconocer y poner en valor los espacios singulares de la isla y, donde no los había, romper la monotonía con sus originales juguetes de viento.
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Sala subterránea |
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Pasillo de la casa-museo de César Manrique |
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Entrada a la casa-museo |
La atracción del artista por ese lugar se aprecia en la casa-museo de César Manrique levantada en medio de un campo de lava. Exteriormente parece una construcción tradicional, pero el subsuelo es sorprendente, pues convirtió las cavernas en un espacio habitable y, como colofón, abrió una ventana al volcán.
Al otro lado del cono está el yacimiento arqueológico de Zonzamas, un asentamiento de la población autóctona de los majos (o mahos) consistente en los cimientos de unas viviendas, habitadas hasta el siglo XVIII, y unos canales o incisiones de uso incierto.
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El centro histórico de Villa de Teguise |
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Palacio Ico |
La ciudad, que ostentó la capitalidad insular, está unos kilómetros más adelante. La Villa de Teguise parece haber quedado congelada en el tiempo. Los caserones de paredes blancas y piedras esquineras negras se suceden alrededor de la iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe (siglo XVI), la Cilla (granero) y los conventos de san Francisco y santo Domingo (XVI-XVII). Si podéis ir dos veces, disfrutad de la tranquilidad de un día de diario y del animado mercadillo de los domingos.
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Villa de Teguise desde Guanapay |
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Cráter del Gruanapay y el castillo |
También es preciso ascender la montaña de Guanapay, coronada por el castillo de santa Bárbara (siglo XVI, museo de la piratería), justo en una de las paredes de lo que resulta ser un cráter perfectamente visible.
En la localidad de Guatiza está el Jardín de Cactus. Era una hondonada de la que se extraían de rocas recuperada por César Manrique para exponer ejemplares provenientes de todo el mundo.
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Volcán de La Corona |
Mirando al norte, aparece ante nosotros el volcán de La Corona. Durante uno de sus estallidos formo el tubo de lava de la cueva de los Verdes (abierta al público).
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Tubo de lava en los Jameos del Agua |
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Jardines |
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Flora autóctona |
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Auditorio |
Un tramo de la galería, antes de adentrarse en el océano Atlántico, adopta el nombre de Jameos del Agua. Manrique diseño sus bellos jardines, un auditorio y la sala de exposiciones convirtiéndolos en una visita imprescindible.
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Mirador del Río |
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La Graciosa |
Otra intervención arquitectónica del artista se encuentra en la cima del macizo de Famara: el Mirador del Río sobre La Graciosa y el resto de islotes del archipiélago Chinijo. No es su obra más lograda, pero el resultado hubiese sido mucho peor si el proyecto hubiera caído en otras manos.
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Caleta del Sebo |
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Montaña Clara desde la playa |
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Paisaje de La Graciosa |
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La montaña Bermeja |
Desde el puerto de Orzola embarcamos hacia la Caleta del Sebo en La Graciosa. El pueblo es un lugar tranquillo desde el que parten senderos en dirección a los diversos puntos de la isla: la montaña Amarilla, la playa de las Conchas, la montaña Bermeja…
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Playa de Famara |
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Dunas en Famara |
De vuelta a Orzola, tomamos el camino hacia el suroeste y nos acercamos a la larga playa de Famara, casi virgen, y vemos la línea de acantilado que sustenta el Mirador del Río.
Desde allí vamos a La Geria para conocer la curiosa forma de cultivar vides en la zona: dentro de unos agujeros circulares cubiertos de piedra porosa que las resguardan del viento y reducen la pérdida de agua.
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Colada de lava |
Estamos a las puertas del Parque Nacional de Timanfaya, la última gran manifestación de actividad volcánica en la isla. Para entender mejor el fenómeno que se vivió en el siglo XVIII, lo mejor es pasar por el Centro de Interpretación situado a las afueras de Mancha Blanca, pues veremos las consecuencias que tubo y pasearemos por encima de la colada de lava.
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Timanfaya |
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Timanfaya |
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Timanfaya |
El parque de Timanfaya ha apostado decididamente por preservar los volcanes y los paisajes que dejó el magma al solidificarse. Por eso, al ir al centro de visitantes del Islote de Hilario (obra de Cesar Manrique) nos montan en unos autocares y nos dan una vuelta sin posibilidad de descender del vehículo. El panorama es estremecedor pero muy bello. Es posible hacer rutas de senderismo acompañados, obligatoriamente, por guías y, en la periferia del área protegida, hay algunas que podemos hacer por libre.
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Playa de El Golfo |
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Lava de diferentes colores y efectos de la erosión |
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Efecto de la erosión |
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El Charco de Los Clicos |
Por ese motivo nos dirigimos a las proximidades de un pueblecito, El Golfo, que aúna ser uno de los puntos en los que la erupción llegó al mar, con la existencia de la balsa verde del Charco de Los Clicos y una playa fantástica.
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Los Hervideros y, al fondo, el Parque Nacional de Timanfaya |
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Las salinas de Janubio |
Siguiendo la carretera de la costa llegamos a los Hervideros, una serie de rompientes contra los que se estrella el mar, atravesados por cavidades y túneles desde los que el agua sale a la superficie en los días de fuerte oleaje.
Al llegar a la localidad de La Hoya, tenemos la oportunidad de detenernos para ver las salinas de Janubio.
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La torre del Águila |
Y con esto ya está dicho lo fundamental de Lanzarote, aunque podríamos añadir que, desde la cercana torre del Águila (o de las Coloradas, en Playa Blanca), se ve el contorno de Fuerteventura y allí están las únicas playas del sur, no econtrando otras hasta llegar a Playa Quemada y Puerto del Carmen.
Si queréis conocer nuestra porpuesta para La Palma, podéis pinchar aquí
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