Ir a sitios interesantes, sin gastar mucho y por tus propios medios es posible. Vive siempre una aventura, en un destino cercano o exótico, porque eso diferencia a un viajero de un turista
Hemos conocido a personas que han viajado a Noruega de diferentes formas y, cada una, tiene ventajas e inconvenientes. Autocaravanas o coches dan libertad y, en contra, la agotara conducción, la dependencia de los horarios de los transbordadores e, incluso en verano, la posibilidad de tropezar con algún desagradable vendaval. Los circuitos organizados no te ahorran horas de carretera y las paradas son breves. Stavanger, Bergen y Åndalsnes no están conectadas por trenes directos pero sí mediante ferris, aunque la afluencia estival obliga a ser previsores en la adquisición de billetes o hacer cola si no admiten reserva previa. Nosotros optamos por ir en crucero, navegando de noche, aprovechando bastante bien el día y sin arrastran maletas de un alojamiento a otro. La elección es cuestionable a causa del impacto medioambiental de sus motores, sin embargo, la alternativa son 5.000 coches circulando durante una temporada turística muy corta y cientos de hoteles cerrados el resto del año.
Fiordos de Noruega
Los fiordos se caracterizan por una orografía muy accidentada, climatología extrema, escasas tierras aptas para el cultivo y largos periodos de aislamiento de las pequeñas comunidades que aparecieron en la historia bajo el nombre de vikingos, los grandes navegantes dedicados al comercio, la exploración, la conquista y el saqueo, según el momento o las circunstancias y, a veces, simultáneamente. Los vaivenes de los tiempos les convirtieron en moneda de cambio entre los reinos escandinavos vecinos y, recuperada la independencia, continuaron viviendo austeramente de la pesca y el transporte marítimo de materias primas.
Los beneficios de la exportación del petróleo del mar del Norte, inteligentemente empleados en implantar energías renovables o mejorar las condiciones de vida de la ciudadanía, no han alterado una personalidad, individual y colectiva, confiada en su autosuficiencia y amante de la naturaleza, con extrañas peculiaridades como aceptar la caza de las ballenas.
Gamle Stavanger
Casas de Gamle Stavanger
El puerto de Stavanger es un buen modelo de la evolución apuntada en los primeros párrafos de este texto. La apariencia de las casitas de madera de Gamle Stavanger (siglos XIX-XX) puede confundirnos y hacer creer que siempre fue así cuando, su origen es un barrio humilde de profesiones vinculadas al mar y sufrió un largo proceso de degradación. Con un proyecto de demolición sobre la mesa, se salvó gracias a la insistencia del arquitecto municipal Einar Hedén, logrando concienciar a la población de la necesidad de conservar y restaurar las viviendas alrededor de la fábrica-museo de conservas de pescado (Norsk Hermetikkmuseum).
Vågen
Valbergtårn
Øvre Holmegate
Los depósitos portuarios, por ejemplo el del museo marítimo, y la masión Rosenkildehuset (XIX, cámara de comercio) se alinean en la primera línea de los muelles. En la otra orilla, la torre Valberg (Valbergtårn, siglo XIX) sobresale por encima de unas calles comerciales, destacando la colorida Øvre Holmegate que nos conduce al museo del petróleo (Norsk Oljemuseum).
Catedral
Detalles románicos
Kongsgård
En el vértice de la ensenada o Vågen se erige la catedral (domkirke, siglos XII-XIII), construida en piedra y una sobria arquitectura románica y gótica, y justo al lado está el palacio episcopal de Kongsgård (XIX, actualmente es una escuela). Atravesando el parque del estanque y la estación de tren hallamos el Stavanger Museum (ciencias naturales, historia y cultura local), el complejo de ladrillos rojos de la Rogaland fylkeskommune (administración regional) y, frente a su jardín posterior, el museo arqueológico (Arkeologisk museum, muestra sobre la época vikinga).
Vålandstårnet
Desde allí nos internamos en la barriada de Våland, una sucesión de residencias con las típicas fachadas de madera pintadas de blanco para alcanzar una colina coronada por la torre Vålandstårnet (XIX). Esta decisión nos impidió llegar a otros lugares del casco urbano: el palacio de Ledaal y la Breideablikk (XIX).
En una estancia de un día hay que descartar algo y, habiendo estado ya en otros salientes al borde de precipicios, la excursión al masificado Púlpito o Preikestolen quedó fuera de nuestro programa.
Hjeltefjorden
Definiremos un fiordo, a grandes rasgos, como un valle erosionado por el movimiento de los glaciares y que el mar ha inundado. En su parte más externa suele tener islotes e islas, antiguas cimas de montañas más o menos elevada, y puede ensancharse en los circos o confluir con otros estuarios según nos adentramos en él.
Esa podría ser la descripción de la navegación, que no nos cansamos de contemplar y disfrutamos de principio a fin, ya fuesen áreas desiertas, asentamientos solitarios o, según nos aproximábamos a nuestro destino, los suburbios de la segunda ciudad más habitada del país.
Barrio de Skuteviken
Mariakirken
Hakonshallen
Bergen nos recibió en el fondeadero de los palafitos de Skuteviken y, a pocos pasos, el castillo de Bergenhus con su excepcional salón de recepciones gótico de piedra y artesonado de madera (Hakonshallen, siglo XIII, reconstruido tras la Segunda Guerra Mundial) y la torre de Rosenkrantz (Rosenkrantztarnet, XVI).
Siguiendo adelante, encontramos un cuidado cementerio y la iglesia Mariakirken (siglo XII), de un sencillo románico y remodelaciones en estilo gótico.
Bergen
Bryggen
Hanseatiske Museum
Almacenes del Bryggen
El embarcadero y los almacenes de Bryggen (Patrimonio de la Humanidad) originales desaparecieron hace mucho tiempo, por la necesaria renovación de la madera y diversos incendios, aunque los barracones nos permiten hacernos una idea de la existencia de los mercaderes Liga Hanseática que controlaban el comercio en el Norte de Europa y se reunían junto al fuego en el comedor comunitario del Schøtstue. Sobre todo ello podemos profundizar en el Finnegården (XVIII) del Hanseatiske Museum.
Den Nationale Scene
En contraste, su centro ecléctico muestra la evolución del municipio en los edificios y alrededores del funicular Fløibanen (sube al monte Fløyen), la lonja de pescado (Fisketorget), la catedral (domkirken, siglo XVI y torre del XVII), la leprosería St. Jørgen's (Lepramuseet), la iglesia de Johanneskirken (XIX, neogótica) o el teatro Den Nationale Scene (XIX-XX). La oferta de museos es variada y, por citar algunos, apuntamos el marítimo (Bergens Sjøfartsmuseum), el de la pesca (Norges Fiskerimuseum), el de la resistencia contra los nazis (Thetamuseet), la colección y exposiciones del KODE o Kunstmuseer, el museo de historia natural…
No podremos recorrer Bergen y las afueras en un solo día pero, por si alargáis la estancia u os fijáis un único objetivo, ahí tenéis la cima del Ulriken, el conjunto de arquitectura tradicional del Gamle Bergen Museum (siglos XVIII, XIX e inicios del XX) o el singular templo medieval de Fantoft stavkyrkje (XII, reproducción del quemado en el XX).
Iglesia Gamle kyrkje
Casa tradicional con techo de turba
Interior de la Gamle
La singladura nos dejó en Olden, un diseminado de viviendas, granjas y dos iglesias rurales, de las que visitamos la Olden Gamle kyrkje (siglo XVIII), con bancos familiares cerrados por puertas talladas y rústicos percheros, y vimos casetas con techo de turba, una masa de tierra y hierba viva empleada a modo de aislante natural.
Cuando nosotros fuimos, un autobús turístico recomtaba el valle y, pasando por dos lagos, el Flore y el alargado Oldevatnet, trasladaba a Briksdalsbreen.
Al final del trayecto, una pista discurre en paralelo a un riachuelo de deshielo, saltos de agua y varias morrenas que el hielo ha dejado atrás en su retroceso durante los últimos tres siglos. Sorprende la distancia hasta llegar a la actual ubicación del glaciar Briksdal en una pared, convertida en una catarata a no mucho tardar. Esa lengua de la gran masa de nieve congelada del Jostedalsbreen dejará de ser visible pronto y, quien sabe, si también la futura desaparición de éste.
Glaciar Briksdal
Cascada en Hellesylt
La navegación contornea una gran península surcada por canales laberínticos y hacemos escala técnica en Hellesylt para desembarcar a quienes hacen excursiones y, el resto del pasaje, continua hacia Geiranger. Nosotros hicimos el circuito y, siendo sinceros, no es memorable así que nuestra recomendación es desembarcar en Geiranger y moverse a partir de allí.
Lago de Djupvatnet
Cima del Dalsnibba
Panorámica desde el monte Dalsnibba
Flydal y Geirangerfjorden
Después de acercarnos a la cascada de Hellesylt, nos llevaron por un paisaje de bosques y cordilleras, hicimos un alto junto al lago Oppstrynsvatnet a la entrada del parque natural Jostedalsbreen, ascendimos la carretera de montaña a la laguna Djupvatnet y rematamos la jornada en los miradores del monte Dalsnibba y de Flydalsjuvet, espectaculares y diferentes perspectivas sobre las cimas nevadas, el desfiladero de Flydal y el fiordo de Geirangerfjorden.
Cascada
Geiranger
Las Siete Hermanas
El pueblo de Geiranger, propiamente dicho, sólo ofrece una senda y escalinatas salpicada por el torrente que viene del Flydal. Hecho ésto, sólo nos queda dedicarnos a contemplar su entorno y disfrutar de la salida por el estrecho fiordo flanqueado por acantilados, cascadas y colas de caballo, entre otras, las de las Siete Hermanas (Syv Søstrene, Dei Sju Systrene o Knivsflåfossen) en dirección al gran Storfjorden.
Storfjorden
El fiordo Romsdalsfjord, la montaña Rampestreken y Åndalsnes
Trollveggen
Algo parecido ocurre en la localidad de Åndalsnes, un anodino núcleo urbano donde sólo cabe admirar el Romsdalsfjord y estirar las piernas subiendo al balcón de Rampestreken, en una empinado promontorio cubierto de una densa arboleda.
Unos kilómetros más allá se alza la Trollveggen, la pared vertical de más de un kilómetro sobre el valle Romsdalen.
Kongen, Dronningen y Bispen
Escalera de los Troll
Mirador
Al otro lado del macizo, en la cuenca de un afluente del río Rauma, se hace más evidente que estamos en un parque natural (Reinheimen nasjonalpark) y se acrecienta una sensación extraña: la ausencia de animales salvajes en Noruega. Damos por descontado que los mamíferos rehúyen la presencia de los humanos pero no esperábamos tal vacío de aves, gaviotas aparte.
Rodeados de naturaleza y a los pies de los picos del Kongen, Dronningen y Bispen (el rey, la reina y el obispo) la garganta se hace más angosto y sería infranqueable si no fuese por las curvas de la Trollstigen (siglo XX).
Y terminamos el viaje con la visión, desde las alturas, de la escalera de los Trolls, el valle de Isterdalen y la cascada Stigfossen.
Cuando nos planteamos viajar por Castilla La Mancha, ante la imposibilidad de abarcar toda la comunidad de una vez, pensamos en alguna propuesta asumible. Con el mapa delante y refrescando nuestros conocimientos de historia, nos pareció que las provincias del sur ofrecían un interesante hilo conductor y unos flecos nada desdeñables.
Recorreremos un activo frente de combate entre los reinos de Castilla-León, las taifas desmembradas del califato de Córdoba y las oleadas almorávides / almohades, donde el territorio cambió de manos en diversas ocasiones a lo largo del siglo XII.
El esfuerzo de guerra superaba la capacidad de los monarcas cristianos y mientras que, en la repoblación del valle del Duero, las ciudades jugaron un importante papel o se favoreció a los pequeños y medianos propietarios, al proseguir por los del Tajo y el Guadiana se benefició a las órdenes militares y la alta nobleza. Convertidos en grandes terratenientes, sin contrapoderes y con desmesurados privilegios sobre los habitantes introdujeron un sistema feudal tardío que se repetiría durante la invasión de Andalucía, Murcia, Canarias y América.
En esta ocasión, salimos de Valencia y, kilómetros adelante, llegamos a la frontera entre la Comunitat Valenciana y Castilla La Mancha para advertir la existencia de un cañón que nos era desconocido. Con posterioridad lo identificamos con la Reserva Natural de las Hoces del río Cabriel (Gorges del Cabriol) y, por no prestar suficiente atención durante la preparación, nos perdimos estos barrancos y las formaciones geológicas de crestas rocosas (Chuchillos o Cuchilleras).
Meandro del Júcar en Alarcón
Torre de Alarconcillo
Nuestra primera parada en Cuenca fue a orillas de otro río, el Júcar, en un lugar tan interesante como el anterior porque, desde la presa de Alarcón a la autopista, discurre otra garganta de sinuosos meandros. En uno de ellos se alza la torre del Campo (o de Armas, siglo XIV), primera línea de defensa de Alarcón y mirador sobre las colinas en las que se asientan la villa amurallada y las cinco torres del castillejo Alarconcillo (XIV).
Castillo de Alarcón
Ofrece una bella imagen del castillo (siglos XII al XVI, restaurado en el XX como Parador de Turismo) que tuvo como propietario, entre otros revoltosos nobles, al escritor Don Juan Manuel, el de los famosos Cuentos de del Conde Lucanor.
Franqueando la puerta de la muralla, rebasamos la iglesia de la Santísima Trinidad (siglos XIII-XVI) y subimos hasta la plaza mayor, emplazamiento del palacio del Concejo (XVI, Ayuntamiento) y san Juan Bautista (XVI, las naves se tranformaron en lienzo del pintor Jesús Mateo). Las calles llevan a santo Domingo de Silos (ábside y portal románicos del XIII, actualmente, auditorio), la iglesia de santa María (XVI, plateresco) y un aparcamiento desde donde se obtiene otra perspectiva de la puerta del Río, Alarconcillo y la torre del homenaje.
De vuelta al itinerario, Castillo de Garcimuñoz fue la residencia habitual de Don Juan Manuel durante los últimos años de su vida. La fortaleza es posterior y, tal y como le ocurre a la de Villaescusa de Haro, solo conserva los muros.
Castillo de Belmonte
El tesoro de Belmonte es el castillo gótico-mudejar (siglo XV), construido para resistir el fuego de la artillería y disfrutar el refinamiento cortesano. El exterior se mantiene fiel a sus orígenes y en el interior se alternan los artesonados de madera originales con recreaciones decorativas del XIX.
En el promontorio opuesto, el Alcázar Viejo (siglo XIV, rehabilitado como hotel) era otro de los palacios de Don Juan Manuel, cuyos dominios abarcaban desde aquí a Villena (Alicante) y Hellín (Albacete). Del edificio original queda poca cosa, pero es buen sitio para ver parte de las murallas que rodeaban la localidad, acercarnos a la colegiata gótica de san Bartolomé (XV) y la calle donde nació el poeta y humanista Fray Luis de León, una personalidad contrapuesta a Don Juan Manuel, tanto por su origen plebeyo y converso como por su actitud ascética.
Según nos alejamos de las estribaciones de la serranía de Cuenca, la meseta se asemeja a las grandes llanuras de los Estados Unidos y, en algunos momentos, la carretera parece la Ruta 66 atravesando Missouri, Kansas u Oklahoma. Dejando a un lado las dimensiones, comparten un paisaje de cultivos que se pierden en el horizonte, la abundancia de industrias de trasformación agrícola-ganadera y servir de paso entre una gran ciudad de interior y la cálida costa.
En un espacio, aparentemente, tan poco exótico se desarrolló la mejor “road movie” de la literatura mundial en la que Quijote y Sancho Panza se lanzan a deshacer entuertos, bajo la forma de parodia de las novelas de caballerías, para consumar una ácida crítica a la sociedad de sus tiempos. Poco hemos aprendido y, en El Toboso, aún idealizan a su vecina Aldonza Lorenzo / Dulcinea haciéndonos creer que una morada de hidalgos era la casa de humildes labradores que trabajaban con sus propias manos salando puercos.
Molinos de Viento en Campo de Criptana
Entramos en Ciudad Real y en tierras de la Orden de Santiago para visitar uno de los escenarios de la obra de Cervantes que ha permanecido inalterado: los molinos de viento de Campo de Criptana. Más numerosos en su época, los supervivientes continúan sobresaliendo sobre las viviendas encaladas de blanco del cerro de la Paz o Albayzín, hogar de refugiados moriscos provenientes de Granada, y el Pósito Real (siglo XVI, almacén de cereales).
Torreón del Gran Prior
Alcázar de San Juan fue sede de la Orden del Hospitalaria, de la que solo queda la irreconocible capilla de Palacio (siglo XVI, Centro de interpretación), la casa de Gobernación (o del Regimiento, Residencia de la tercera edad) y el Torreón del Gran Prior (o de Don Juan de Austria, del XIII ampliado en el XVII).
Santa María la Mayor
Entre éste último y la iglesia de santa María la Mayor (siglos XIII-XVIII, diferentes estilos del románico al rococó) se alza el monumento a Miguel de Cervantes del que, dicen, fue bautizado en ese templo pero que resulta una afirmación controvertida. Diversas construcciones completan el recorrido por la ciudad: la Casa del Rey (XVI, Museo del Hidalgo), la de los Sanabria (XVII, Museo Municipal), el Ayuntamiento (antiguo Casino), el convento de san José (XVII, Museo FORMMA de cerámica), las parroquias de santa Quiteria (XVIII), san Francisco (XVI, renacentista) y la Santísima Trinidad (XVII, barroca)…
Castillo de Consuegra
Molinos de Consuegra
Antes que en Alcázar de San Juan, el priorato de los caballeros hospitalarios estuvo ubicada en el castillo de la Muela (siglos XII-XIII) de la cercana Consuegra (provincia de Toledo). La fortaleza es pequeña y compacta y comparte la alargada cumbre del Cerro Calderico con los típicos molinos manchegos.
En el núcleo urbano, el torreón de la Casa de la Tercia es un vestigio del palacio prioral y, ya a la afueras, hay una presa romana (siglos I-II). Como curiosidad, aquí vivió Diego Galán de Escobar que, como Cervantes, escribió sobre su cautiverio en tierras musulmanas y Juan Cobo el primer traductor del idioma chino.
Las ventas satisfacían las de necesidades de los viajeros y las de Puerto Lápice estaban en una transitada ruta que cruzaba Ciudad Real. Pocas de estas posadas han llegado hasta nuestros días y suelen haber sido muy maltratadas, por lo que es un cierto consuelo ver una aquí. Una de las carreteras que salen de Puerto Lápice lleva a Arenas de san Juan y la iglesia románico-mudéjar de las Angustias (siglo XII, cuenta con frescos), pero nosotros tomamos la que va en dirección a Villarrubia de los Ojos, en el nacimiento del Guadiana para sufrir una gran decepción por el estado de devastación del cauce y la vega.
Parque Natural de las Tablas de Daimiel
Tablas de Daimiel
Tampoco el Parque Natural de las Tablas de Daimiel se libra de la amenaza de la sobreexplotación de los acuíferos, pese a ser reserva de la biosfera y su importancia para las migraciones de las aves. A primera vista puede no parecerlo pero las pasarelas entre lagunas y juncos ocultan que el agua escasea incluso en primavera.
Motilla del Azuer
Estamos en las posesiones de otra potente Orden militar, la de Calatrava, poco visible en la población de Daimiel. Las iglesias de santa María la Mayor (siglo XIV, gótico y reformas posteriores) o la de san Pedro Apóstol (XVI) no fueron el motivo principal para detenernos sino el yacimiento prehistórico de la Motilla del Azuer (2.200 a.n.e., reserva de entradas con antelación en la página del Museo Comarcal). El montículo fortificado de la Edad de Bronce defendía recursos básicos, como el grano y un pozo, mediante altas murallas concéntricas parecidas a las de los nuragas de Cerdeña.
A unos pocos minutos de Daimiel encontramos Manzanares (iglesia de los siglos XV-XVII y castillo de Pilas Bonas del XIII), la desolada venta de Borondo (XVI, en proceso de consolidación) perdida entre fincas y pistas de tierra o Valdepeñas (plaza de España, iglesia del XV-XVIII y recinto íbero del Cerro de las Cabezas).
Calatrava la Vieja
Por otro camino se va a Carrión de Calatrava y a las ruinas de Calatrava la Vieja (siglos X-XII) que, de mayor asentamiento musulmán en la zona, mudó a cuna de la Orden de Calatrava y quedó desierta a partir del XVI. El abandono ha respetado las murallas y torres de la época omeya o el foso alimentado por el agua del Guadiana mediante ingenios hidráulicos. A sus puertas hay un santuario que pudo ser una mezquita del arrabal.
La capital Ciudad Real no destaca especialmente en el entorno pero no se puede despreciar la puerta de Toledo (siglos XIII-XIV), la catedral de santa María del Prado (XV-XVI, gótico tardío) o las iglesias de san Pedro (XIV-XV, gótica) y Santiago (XIII-XIV, transición del románico al gótico).
Ciudadela de Alarcos
En su término se haya el parque arqueológico de Alarcos (siglo XII), que experimentó las mismas vicisitudes que Calatrava la Vieja, pues fue una alcazaba musulmana que los castellanos intentaron convertir en inexpugnable y cayó en el olvido tras una dura derrota, dejando como testimonio del suceso una ermita gótica (XIII-XIV).
Convento Castillo de Calatrava la Nueva
Aunque por el oeste se va Extremadura, enlazando en Mérida con la ruta de la Plata, y hacia el sur llegaríamos a Córdoba, nuestro destino no estaba tan lejos. En el transcurso del conflicto, los caballeros calatravos cambiaron su centro de operaciones a dos montañas separadas por una cañada, conquistando la estratégica alcazaba musulmana de Salvatierra (siglos X-XI, en estado de ruina) y construyendo en el pico opuesto el Sacro-Convento Castillo de Calatrava la Nueva (o de Dueñas, XIII). El cuerpo central de la ciudadela fueron dependencias de la organización (alojamiento del Maestre, archivo, iglesia, convento, hospedería…), rodeadas de todos los servicios necesarios para su defensa (fraguas, hornos, depósitos…) y un poblado para los numerosos residentes.
Clavería
Pasamos de largo por Calzada de Calatrava, pueblo natal del director de cine Pedro Almodovar y paramos brevemente en Aldea del Rey para curiosear ante el palacio de la Clavería (siglo XVI), desde donde la Orden de Calatrava gestionaría sus intereses en la comarca cuando se trasladó definitivamente a Almagro.
Plaza Mayor de Almagro
Almagro, municipio con méritos suficientes para ser uno de los más bonitos del país, es un lugar digno para terminar. La plaza Mayor la forman dos largos laterales de edificios homogéneos (siglo XVI), con soportales en la planta baja y galerías en la superior cerradas por ventanas.
Corral de Comedias
La explanada sirvió para todo tipo de actividades públicas hasta que se obligó a realizar las representaciones teatrales en el contiguo Corral de Comedias (siglo XVII). Una nueva prohibición impide ese uso y continua como mesón-posada, hecho que lo preservó y permitió recuperar una muestra única de este tipo de locales de espectáculos con palcos de madera alrededor de la platea.
La plaza la cierra el Ayuntamiento (siglo XIX) y san Agustín (XVII-XVIII, iglesia barroca usada por el Museo Nacional del Teatro) en un extremo y, en el otro, un templo desaparecido que lindaba con el Palacios de los Maestres de Calatrava (solo queda el torreón y el patio mudéjar) que alberga el Museo Nacional del Teatro, justo reconocimiento a la fuerte vinculación de la ciudad con el teatro.
Palacio de los Marqueses de Torremejía
La calle Nuestra Señora de las Nieves lleva al pintoresco rincón de la plaza de santo Domingo, flanqueada por el palacio de los Marqueses de Torremejía (XVI-XVII), el de los Condes de Valdeparaíso (XVII-XVIII), la casa del Prior y la iglesia de las Bernardas.
No son los únicos pues, distribuidos por un interesante entramado urbano, se nos aparecen variadas muestras de arquitectura gótica, renacentista o barroca en las mansiones de los Villarreal-Robles (o del Marqués de Las Hormazas), los Fúcares (o Függer, Universidad Popular), los Medrano y la fachada del de los Oviedo (siglo XVI), casas señoriales como la del Mayorazgo de los Molina, la de los Rosales, la del Prior o la portada de los Wessel, sin olvidar el Hospital de san Juan de Dios (XVII, teatro, museo de arte contemporáneo y sala de exposiciones temporales), los conventos de la Asunción de Calatrava (XVI, claustro de dos pisos) y santa Catalina de Siena (XVII, Parador Nacional de Turismo), o las iglesias de la Madre de Dios (siglo XVI), san Blas (antes de san Salvador, XVI), la Encarnación Dominica (XVI) o san Bartolomé el Real (o de la Compañía de Jesús, XVII-XVIII).
En las proximidades, recomendamos la alcazaba de Doña Berenguela (X-XI) en Bolaños de Calatrava.