En el confín noreste de la península itálica algo no acaba de encajar… parece un lugar indeterminado de la Europa continental en lugar de ser la típica ciudad a orillas del Mediterráneo y, profundizando un poco en su historia, no nos debería de extrañar.
Después de un breve dominio veneciano, allá por el lejano siglo XIII, Trieste (Triest, Trst) fue el principal puerto del imperio austrohúngaro y atrajo a gentes del mosaico de pueblos que lo conformaban. Es cierto que mantenía lazos culturales con Italia, pero éstos también existían con el resto de países de su alrededor, y la adscripción definitiva fue el “premio” por la participación italiana en la Primera Guerra Mundial.
Relativamente próxima a Venecia (dos horas escasas en tren), no tiene entidad suficiente para atraer grandes masas de turistas aunque esto cambia cuando atracan los cruceros. Más bien, es una parada para los que se aventuran por la Regione Friuli Venezia Giulia (Grotta Gigante en Sgonico, basílica de Aquileia, laguna di Grado, ciudadela de Palmanova, logias renacentistas de Udine…) o siguen hacia los países bañados por el Adriático: Eslovenia, Croacia, Montenegro y Grecia.
¿Qué ver?: Mi experiencia en Trieste estuvo condicionada por la tormenta que se desencadenó, desde primera hora de la mañana, y que me hizo desistir del propósito de montar en un tren y bajar en el apeadero del castello di Miramare (siglo XIX, neomedieval). No es agradable pasear por los jardines empapado de agua ni se disfruta de las panorámicas del palacete y el golfo. Así que, improvisando sobre la marcha, localicé la colina en la que se asentó el núcleo primitivo (por cierto, muy mal señalizada), para subir por la scala Dei Giganti (escaleras) que se inicia en via Silvio Pellico o, desde corso Italia, entrar en piazza Silvio Benco y ascender por la via del Monte y la Capitolina, que atraviesa el parco della Rimembranza.
Exterior de san Giusto |
Estela de la puerta |
Mosaico de la cattedrale di san Giusto |
Detalle del mosaico |
Una vez arriba, ante nosotros se abre la explanada de la basílica Forense (siglo II) y ya estamos ante el principal monumento: la cattedrale di san Giusto (IX-XIV). Del exterior sólo llama la atención una estela funeraria, dividida y reutilizada para hacer las jambas de la puerta. La sorpresa es que esconde dos templos románicos preexistentes y los ábsides laterales conservan dos impresionantes mosaicos bizantinos (XII).
Mosaico bizantino en el ábside de la catedral di san Giusto |
Lapidario Tergestino |
La oscura mole del castello di san Giusto (siglos XV-XVII) no pasa inadvertida y, aunque no tenía intención de visitarlo, busqué refugio en él y dediqué un rato al Lapidario Tergestino, una buena muestra de mosaicos y escultura romana en el corazón de un baluarte.
Justo enfrente de la puerta de catedral, unas escaleras bajan al Museo di Storia ed Arte - Orto Lapidario (arqueología local y piezas de otras civilizaciones) y desde allí, por via della Cattedrale, se accede a la parroquia di santa Maria Maggiore (siglo XVII, barroca), la iglesia di san Silvestro (XII, románica) y el arco di Riccardo (I a.n.e.). De forma alternativa, podemos descender por Giuseppe Rota (un pasaje al lado de una casa), pasar ante una torre en ruinas de la antigua muralla e ir a via di Donata, entrada al Antiquarium di via Donota (excavación de una casa romana). Sea cual sea nuestra elección, finalizamos la ruta en el Teatro Romano (siglos I a.n.e. a II n.e.).
Ruinas del teatro romano de Trieste |
Palazzo della Luogotenenza |
Sólo para entusiastas: Desde allí entramos en el ensanche del siglo XVIII, que ocupó el litoral tras el aumento de población como consecuencia del dinamismo del puerto. Corso Italia en dirección al mar se va a la piazza della Borsa, que toma el nombre de la actividad desarrollada en la Camera di Comercio (siglo XIX, estilo neoclásico) y, girando a la izquierda por el pasaje capo di piazza G. Bartolilleva, entramos en la plaza Unità d’Italia. Dejando a nuestra espalda el lado abierto al Adriático, de izquierda a derecha, se alzan el palazzo della Luogotenenza austriaca (XX, Prefectura), al frente el Ayuntamiento (XIX) y, cerrando la plaza, los edificios Pitteri (XVIII), Grand Hotel Duchi d'Aosta (XIX) y Lloyd (XIX, sede de la Regione Friuli Venezia Giulia).
Grúa de estiba Ursus |
Continuando a mano derecha por riva Tre Novembre, se nos ofrece la posibilidad de ver la grúa de estiba Ursus, junto a la terminal de pasajeros, y el Canal Grande, con los palacios Carciotti (XVIII) y Gopcevich (siglo XIX, Museo teatrale Carlo Schmidl) en primer término y las iglesias della Santissima Trinità e di san Spriridione (XIX, ortodoxa) y de sant’Antonio Taumaturgo (o sant'Antonio Nuovo, XIX neoclásica).
El Canal Grande con la iglesia de sant’Antonio Taumaturgo al fondo |
Mosaico romano Lapidario Tergestino |
Totalmente prescindible: Intentar hacer una ruta buscando los vestigios romanos por las calles de Trieste. Son tan escasos que no merece la pena llevarse una desilusión.
Lo más friki y/o kitsch: Pretender que el faro della Vittoria (XIX) es una atracción turística, excepto los días de regata de veleros.
No hay comentarios :
Publicar un comentario